La ambulancia que se lleva el caballero muerto al fin del combate es una imagen cotidiana. Creo que hay dentro de nosotros tanto horror como fascinación frente al espectáculo de la muerte. Hay en esto una forma de complacencia. Cuando una multitud se junta en las gradas de las arenas para una corrida, los trajes, los ritos se me antojan más bien una histérica ceremonia macabra. Esta realidad, este frente-a-frente en la violencia, es mucho más concreto y fascinante que la ilusión de la realidad generalmente planteada por el teatro.
La Semifinal de Waterclash
Se trata del exhibicionismo del dolor, un espectáculo sobre la violencia y el gusto por la violencia.
La semifinal de Waterclash es un choque. Veinte minutos de violencia estética a la manera de las corridas. Los golpes atestados por los combatientes son reales, las armar se rompen, las armaduras se dañan, los cascos estallan.
Las maquinas de lavar son aplastadas bajo las masas del concierto filarmónico de deshuesadero, metódicamente, obsesivamente, y luego, de manera casi histérica, los músicos transportados en su música tuercen la materia, la pisotean. La banda de rock JOHNNY B.C. desgarra el espacio con sus guitarras eléctricas.
La muchedumbre se apiña en las fajas rayadas de las obras que rodean la plaza. Los artistas plásticos, de blanco en la pista, crean torbellinos de hojas muertas, de plumas; las cubetas de colores saltan en el cielo y se quedan suspendidas un secundo antes de desplomarse sobre los combatientes; suscitan imágenes instantáneas, cada una un cuadro efímero, inasequible, puntual. La monturas de los caballeros son vulgares maquinas: tasas de baño propulsadas por pequeños motores de motonetas; y el director de orquesta se queda imperturbable en su tina de baño.
El humor destrona a la violencia y se enmarca en la plaza en la misma realidad. Su desfase provoca sentimientos encontrados, una relación incierta con la violencia que enfrenta al espectador a sí mismo en su propia ambigüedad.
Lo importante para nosotros es no tergiversar lo real. Cada Waterclash exige una semana de trabajo, no de trabajo de actor (de eso no se trata) pero de preparación. Se necesita rehacer las monturas, etc.
Esta semana de preparación es en una cierta forma similar al recogimiento que antecede las grandes batallas: siempre se siente un extremo placer en presentar el Waterclash y este placer se vuelve una excitación creciente a medida que se acerca el día del combate.
El Waterclash no necesita "comediantes", sólo necesita individuos cargando una violencia interior y la consciencia de esta violencia.
© Jean-Luc COURCOULT, Autor, director - Fundador de Royal de Luxe
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